
El hecho se registró en una granja ubicada en el departamento de San Martín, al norte de Perú, esto cuando su madre se encontraba trabajando en la finca del lugar, mientras que el infante estaba jugando.
El pequeño ingirió accidentalmente ocho agujas inyectables que la mujer usaba para suministrarle medicamentos a las vacas.
Su madre, al percatarse del estado de su hijo, precisamente porque no paraba de llorar, trasladó al infante a un centro asistencial de Juanjuí, en San Martín, aunque posteriormente fue trasladado al Hospital II-2 Tarapoto, en el mismo departamento.
Una ecografía abdominal, reveló las agujas en su interior, siendo intervenido de emergencia.