Si en un tema interviene la cultura popular, es en el sexo. Todo el mundo sabe algo que el otro no; siempre hay una inquietud que no nos atrevemos a preguntar, así como abundan los mitos sexuales que ya debemos dejar de creer.

El tema de la cantidad -independientemente del tópico- es uno de esas inquietudes frecuentes: cuánto es demasiado sexo, cuánto es correcto o incorrecto masturbarse, o el que nos compete en esta nota, cuánto debe durar realmente el sexo.

Para empezar, hay que recordar que todo lo que ocurre en la intimidad, mientras sea consensuado y no vulnere la libertad de las personas es permitido en materia de sexo, sea probar nuevas posiciones o experiencias, o usar palabras sucias. Todo. Así lo explica Keydi Pérez, psicóloga clínica y psicoterapeuta. De manera que en esencia, la cantidad de tiempo y la frecuencia empieza dentro de los acuerdos que tenga la pareja.

Sin embargo, hay una especie de meta tácita que se cree que hay que alcanzar y como toda meta, marca el final de una carrera, o de un recorrido. Si el orgasmo es la meta, puede creerse que el tiempo que debe durar el sexo es simplemente el necesario hasta que las partes lleguen al orgasmo, y no necesariamente es así. La cosa se complica mucho más si pensamos en que no siempre los dos miembros de la pareja llegan a la misma vez.

De hecho el tiempo que se toma una mujer, en una relación heterosexual estable monógama, para llegar al orgasmo puede ser muy diferente al de un hombre, y según un estudio publicado en The Journal of Sexual Medicine, este tiempo -que en promedio puede estar entre 12 y 14 minutos- puede variar si hay actividades sexuales adicionales como besar, chupar, lamer, entre otras. Para los hombres, o personas con pene, el tiempo se reduce a la mitad, según The Healthy.

Rachel Needle, terapeuta sexual entrevistada por esta publicación, dice que concentrarse exclusivamente en el clímax no solo representa un desafío para parejas de ambos géneros, sino que también excluye a quienes nunca experimentan orgasmos o no logran alcanzarlo en cada encuentro, una situación que no es infrecuente.