Transcurridas dos semanas de haber retomado el control de las cárceles hondureñas autoridades policiales y militares, han detectado que a los recintos ingresaban drogas utilizando a niños como “mulas”.
El 21 de junio pasado, la presidenta de la República, Xiomara Castro, anunció que el control de los centros penitenciarios del país quedaba bajo la responsabilidad operativa y administrativa de la Policía Militar de Orden Público (PMOP).
La decisión fue en un nuevo esfuerzo por recobrar la gobernanza y disminuir la incidencia delictiva que en los últimos días ha dejado luto y dolor en las familias hondureñas.
Dos días después y con el enfoque en el respeto a los derechos humanos de las personas privadas de libertad, se comenzó la denominada operación “Fe y Esperanza”.
Desde ese momento, las autoridades de la PMOP, realizaron el despliegue de sus elementos comenzando con las operaciones de requisa y extracción de armas de fuego, explosivos, así como de toda sustancias y objetos de uso prohibido.
En tal contexto desde esa fecha han salido a relucir una serie de acciones delictivas que hacían los privados de libertad en contubernio con sus parientes o visitas, para poder ingresar todo tipo de drogas, armas y otros objetos.
CON LAXANTES LOS EXPULSABAN
En sus investigaciones, equipos de inteligencia militar lograron determinar que armas, y drogas y otros son introducidos a través de los denominados “Niños Mulas”. Estos menores de edad, son obligados por sus padres a ingerir envoltorios de drogas por sus bocas.
Los pequeños acompañados de sus padres luego de ingerir las sustancias envueltas son trasladados hasta los centros penitenciarios, para realizar visitas a algunos internos. Al interior de las cárceles, sin ser detectados por los scanner, los pequeños con laxantes arrojan por sus anos los mencionados envoltorios, para ser entregados a los privados de libertad que los usan para venderlas por grandes cantidades de dinero a los demás internos.
Otra de las formas para introducir drogas es a través de los mencionados biberones o en latas de leche que entraban a vista y paciencia de las autoridades penitenciaria que anteriormente controlaban los recintos penitenciarios.
A cambio de hacer los de la “vista gorda”, los agentes penitenciarios recibían de dinero, dependiendo de la cantidad de drogas ingresadas ilegalmente a las cárceles, establecen las autoridades.
Según los informes desclasificados por los militares, otra de las “mañas” para poder ingresar alucinógenos, armas y hasta artefactos explosivos como granadas, es que algunas visitas o personas adultas por sus años se introducen dichos aparatos destructivos.