Mientras la familia espera el autobús que la llevará a su nuevo alojamiento, los trabajadores humanitarios reparten café y los funcionarios estatales dinero en efectivo.
Además del transporte gratuito a un lugar seguro, Ucrania inicialmente da dinero a todos los evacuados forzados (alrededor de US$55 por adulto y US$85 por cada niño o cada adulto vulnerable) y un lugar donde vivir.
Se espera que los adultos, eventualmente, trabajen. Nadie lo dice, pero todos aquí saben que es posible que nunca vuelvan a ver sus hogares.
Y es por ello que, a pesar del peligro y las dificultades diarias, algunos no quisieron irse. Depende de personas como Pavlo Dyachenko persuadirlos.
Él es uno de los llamados “Ángeles Blancos”, una unidad especial de policía responsable de hacer ingresar ayuda humanitaria y sacar a la gente de los lugares más peligrosos de Ucrania.
«Todo tiene que hacerse muy rápido», afirma Dyachenko. «El peligro siempre está ahí porque los rusos no dejan de bombardear».