Un hecho lamentable se registró el martes 14 de diciembre en el desvío a San Marcos de Ocotepeque, al occidente de Honduras, donde un migrante en tránsito por este país se quitó la vida, supuestamente porque el bus que lo llevaba a la frontera con Guatemala lo dejo «botado».

Hasta ahora se desconoce la nacionalidad del migrante, pero se especula que podría ser cubano o venezolano.

El extranjero decidió terminar con su vida colgándose de la palanca de un camión cisterna para el transporte de combustible que se encontraba aparcado en una estación de servicio a la altura del desvío a San Marcos, Ocotepeque, informó un medio de televisión local.

Uno de los guardias de seguridad de la estación de servicio dijo a TV San Marcos que minutos antes que el migrante se suicidara lo observó deprimido y tras hacer una llamada telefónica de la que no tuvo respuesta destruyó su celular.

Ante eso, dijo que él estuvo vigilante, como parte de sus tareas diarias, para evitar cualquier incidente, ya que a veces los conductores que se estacionan en la gasolinera dejan sus vehículos sin llave.

«Al muchacho lo dejó un bus, estaba decepcionado, yo le pregunté qué le pasaba, y lo vigilaba porque aquí hay carros que perder, hay carros que los dejan sin llaves y les abren las puertas y yo dije, a saber que querrá hacer», expresó el guardia.

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Seguido aseguró que él se movió un rato porque su jefe le asignó regar los arbolitos que están en los alrededores de la gasolinera y luego se enteró que se había suicidado.

Bus no lo esperó

El celador indicó que el autobús en el que supuestamente iba el migrante hizo una parada en la gasolinera, él se bajó, y luego el vehículo de transporte arrancó «y no lo esperaron».

«El bus llevaba migrantes venezolanos y cubanos pero no vi la placa porque yo estoy adentro vigilando del negocio porque ellos se bajan, vienen sin dinero, agarran cosas y no pagan», agregó.

El guardia de seguridad cree que el migrante tenía pensado quitarse la vida, porque él y otras personas se ofrecieron a darle comida y café y el extranjero siempre decía «no quiero nada».