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jueves, diciembre 26, 2024

 La primera fuerza de ayuda a los migrantes en la selva

Cuando salen agotados de la selva del Darién, los primeros que acuden al socorro de los migrantes no son la ONU, las ONG o las fuerzas de seguridad panameñas, sino los indígenas emberá, que esperan con sus piraguas para aliviar el descenso por el río hasta el primer poblado.

“Al fin lo logramos, nuestra alegría cuando vimos las piraguas”, dice exhausta la venezolana Jessenia Pérez, que viaja con su familia y acaba de llegar a la conocida como Quebrada del León, el último punto al que pueden ascender las canoas en temporada seca.

Atravesar durante varios días a pie la selva del Darién, esa frontera natural entre Colombia y Panamá, supone un reto para cualquiera, donde a la falta de agua y comida, y a los continuos obstáculos naturales, se unen los robos y las violaciones.

“Es muy duro Fui atleta, tengo 44 años, todavía tengo estado físico, pero para cualquier persona que sufra de una lesión es el extremo: precipicios, ríos con fuerza, mucha piedra, muchos acantilados, no se lo recomiendo a nadie que cruce esto a pie”, explica sudoroso, casi sin aliento, el venezolano Fran García.

No cuentan con guías, solo algunas marcas azules que fueron colocando los migrantes que les precedieron para señalar los mejores pasos, una bolsa aquí, una tela allá, además de los consejos de los familiares y amigos que cruzaron la selva antes que ellos.

“Solamente nos dicen por dónde vamos a caminar, y allá vamos, río abajo hasta llegar a los indígenas con las canoas, que es el sitio donde estamos”, detalla García.

Los indígenas los reciben con sus canoas, incluso con alimentos y agua, pero cobran. No son una organización humanitaria y han visto un negocio en la llegada masiva de migrantes, 70.000 en lo que va de año. Por un puesto en la piragua hasta el poblado de Bajo Chiquito se paga 20 dólares, los niños menores de diez años viajan gratis.

Bajo Chiquito, situado a las orillas del río Turquesa, triplica su población a diario con la llegada de alrededor de mil nuevos migrantes. El pequeño poblado, al que en época de lluvias solo se puede acceder en canoa, se ha convertido en un gran mercado, con puestos de venta de comida, ropa o incluso de recarga de celulares.

El venezolano Omar Alejandro Barrios trabaja en el puesto de celulares, donde recarga unos doscientos móviles al día. En una gran mesa repleta de enchufes, los migrantes devuelven a la vida sus aparatos a la espera de poder dar la buena noticia a sus familiares: sobrevivieron a la selva. Les cobran 50 centavos o un dólar.

“Este negocio nació de la necesidad que demandan los migrantes para poder comunicarse con su familia. Y ya ahí la comunidad emberá lleva la tarea, porque nosotros somos ayudantes”, explica a EFE Barrios.

“Llevo ya ocho días acá trabajando. Llegué sin dinero, llegué con mis dos hijos y mi mujer, pero el dinero no nos alcanza para seguir, me entiende”, añade emocionado.

Ese día han llegado al poblado un millar de personas, que en la mañana siguiente abandonarán el lugar en canoas hacia los centros humanitarios instalados por las autoridades panameñas para acoger a los migrantes en su trayecto hacia Estados Unidos, donde podrán descansar y reponer fuerzas.

Por ese nuevo trayecto de seis horas en canoa hasta la Estación de Recepción Migratoria (ERM) de Lajas Blancas los indígenas cobran 25 dólares por persona, aunque el Senafront les pide trasladar a todos los migrantes, por lo que algunos también viajan gratis.

Son las cinco de la mañana y cientos de migrantes esperan en cola para comenzar a embarcar. Las fuerzas de seguridad se ocupan de mantener el orden, mientras los indígenas preparan las piraguas para continuar el trayecto. El líder comunitario Luis Rosales se ocupa ese día de coordinar el traslado, pero tiene un problema: disponen de 40 piraguas y necesitan 30 más. “Ya lo estamos solucionando”.

“Hemos llamado al Gobierno central y a todos los grupos, ONG, que tienen que ver con la migración, que necesitamos apoyo, que se involucren en esto para que las cosas sean más fáciles para nosotros también. Estamos recibiendo beneficios, pero esto representa un gasto también”

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