
Más de 320,000 migrantes que viajan hacia EE.UU. han cruzado este año la jungla del Darién, la peligrosa frontera entre Panamá y Colombia que sirve de entrada a Centroamérica desde el sur del continente. Se suman a ellos los 1,500 centroamericanos que parten cada día, así como cubanos y asiáticos que llegan en avión a países del istmo y siguen por tierra hacia el norte. Todos en busca del «sueño americano».
«El reto para dar respuesta en términos de protección y asistencia humanitaria a este enorme tránsito de personas es monumental», dice a un medio local Iván Aguilar, gerente humanitario y resiliencia de la ONG global Oxfam en Centroamérica.
Las capacidades de organizaciones como «Oxfam, otras de índole local y de algunas dependencias de los gobiernos que están en los puntos críticos de la ruta migratoria centroamericana están totalmente sobrepasadas», advierte.
Y los recursos disponibles «para dar atención son absolutamente insuficientes», agrega el representante de Oxfam, que está presente en 87 países, cuatro de ellos en Centroamérica: Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica.