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miércoles, noviembre 13, 2024

Familiares siguen llegando a penar frente a la PNFAS

La incertidumbre es el martirio de familiares que tienen parientes privadas de libertad en la cárcel de Támara, Distrito Central, Francisco Morazán, al no saber si están vivas o muertas, porque nadie les da cuenta de ellas.

Desde que sucedió una matanza en la Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS), decenas de personas llegan a diario a tratar de saber si entre las 46 reclusas muertas están sus parientes.

Desde el martes anterior, cuando sucedió la masacre, autoridades del Instituto Nacional Penitenciario (INP), se han limitado a dar solo los nombres de las mujeres muertas, sin confirmar las identificaciones de las sobrevivientes.

Por tal razón, adultos mayores, mujeres y hombres acompañados de niños llegan desde distintos puntos del país con el anhelo de saber cuál es el estado de salud o si están vivas sus familiares recluidas por distintos delitos.

El recinto carcelario donde sucedió la tragedia de 46 mujeres asesinadas por otras reclusas, permanece resguardado.

MUERTA O VIVA

Los desesperados parientes al llegar al recinto carcelario, ubicado en la periferia capitalina, lo primero que hacen es asomarse a la entrada principal de la cárcel para mujeres.

Con desesperación se acercan a los agentes policiales que resguardan el recinto penitenciario para preguntarles si ya hay nombres de las sobrevivientes. “Yo ando buscando el cuerpo de mi hija, sea muerta o viva”, decía Lourdes Ardón, quien llegó ayer temprano, llorando y desesperada a los predios carcelarios en busca de información sobre su hija, Kimberly Isamar Ardón.

Agregó que hasta el momento no le han dado ninguna información sobre su hija, a la que busca porque el martes escuchó que entre las víctimas figuraba una “de la que solo dijeron que se llama Kimberly”, por lo que presume que puede tratarse de su hija.

“Lo que quiero es darme cuenta. Si está muerta, pues ni modo, que me la entreguen”, expresó la acongojada mujer, residente en una colonia ubicada al oriente de la capital.

Ni los agentes asignados a resguardar la penitenciaría de mujeres saben del estado de las privadas de libertad.

QUIERE VERLA

Otro caso más desgarrador es el de la señora María Trinidad Ramos, que a sus 65 años, desde el martes anterior que se dio cuenta de la cruenta muerte de 46 reclusas, se ha desplazado desde su pueblo natal El Porvenir, Francisco Morazán, para investigar si su hija está entre las muertas.

Doña María Trinidad, desde ese día no duerme, solo para saber si su hija Marta Magdalena Rodríguez Ramos sigue con vida.

Junto a una nieta en brazos, la sexagenaria viaja hasta cinco horas solo para apostarse en el portón de entrada a la PNFAS, para recibir noticias e intentar ver a su querida hija, sin respuesta alguna.

A la sexagenaria, varios encargados de derechos humanos, agentes policiales y otras personas le explican que su hija, recluida desde hace dos años por tentativa de homicidio, no se encuentra entre las fallecidas.

Sin embargo, doña María Trinidad Ramos responde rápidamente a sus interlocutores que mientras no mire a su hija con sus ojos y con vida, no dejará de seguir yendo a averiguar.

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