Tristeza, indignación, hermetismo y temor era el ambiente en los distintos velatorios de féminas asesinadas en un ataque perpetrado por las denominadas “jainas” de la pandilla 18.
El martes pasado, varias reclusas armadas con pistolas, fusiles de asalto, armas blancas y otros objetos ultimaron a otras 46 internas del centro penitenciario, muriendo en su mayoría simpatizantes de la Mara Salvatrucha (MS-13) y de las denominadas “paisas” o que no pertenecían a ninguna pandilla.
VELATORIOS SOLITARIOS
Luego de ser ultimadas con brutalidad, los 46 cuerpos fueron trasladados a la morgue capitalina, donde 25 ya han sido retirados por sus parientes para ser velados y darles cristiana sepultura.
Las velas tenían lugar en distintos puntos de la capital y otras fueron trasladadas por sus dolientes a sus lugares de origen del interior.
Los velorios en su mayoría se llevaban a cabo prácticamente en la clandestinidad, solo con los cercanos familiares y conocidos, por temor a que fueran invadidos por miembros de pandillas.
Por tales rumores, varias de las familias decidieron ir a velar a sus muertas a lugares alejados de la capital.
HERMETISMO Y TEMOR
“Sus hijas están sufriendo. Ellas estaban recluidas en el Módulo 1, pagando un delito que no cometieron”, reiteraba toda descontrolada Yohana Soriano Euceda, hermana e hija de dos mujeres muertas en la masacre.
Las difuntas son: Maribel Euceda Brevé (52) y su hija Karla Maribel Soriano (20), ambas ultimadas a balazos, puñaladas y golpes durante la matanza carcelaria.
Las dos parientes fueron detenidas hace tres años junto a dos hombres en un punto capitalino, acusadas de tráfico de drogas al menudeo.
La madre e hija ayer eran veladas en un lugar que no quisieron revelar sus parientes por temor a que pandilleros fueran a perpetrar un ataque.
Con mucho hermetismo, temor y recelo, los familiares, amigos y conocidos se acercaron a los dos féretros que eran velados prácticamente a escondidas.
DERRAME DE LÁGRIMAS
“No tiene perdón de Dios lo que les hicieron (a madre e hija) y con todas esas otras mujeres reclusas, ellas no eran unas perras, para que las mataran así”, indicaba Belkys Elena Ochoa, una cuñada y tía de las dos fallecidas.
Con lágrimas en su rostro, dijo no creer que ambas estaban muertas.
Las dos mujeres serían enterradas ayer mismo, a eso de las 2:00 de la tarde, en un cementerio ubicado en los alrededores de la capital.
Como esta familia, otras ayer velaban y preparaban los sepelios de sus féminas muertas en la cárcel de Támara.