
El Papa Francisco llegó a Mongolia, destacando el silencio de sus vastas estepas y su rica cultura a pesar de tener pocos habitantes y una población católica de solo 1,400 personas. A su llegada al aeropuerto internacional Chengis Khaan, fue recibido por una joven que le ofreció yogur seco, una tradición local, y por la ministra de Asuntos Exteriores, Battsetseg Batmunkh, con quien se reunió brevemente en una sala del aeródromo.
Después, el Papa se dirigió a la prefectura, la residencia del prefecto de Ulán Bator, el cardenal Giorgio Marengo, ya que el Vaticano no tiene una nunciatura en el país. Durante su viaje, el Papa destacó que estaba visitando un país pequeño pero con una gran cultura y enfatizó la importancia del silencio en las estepas de Mongolia.
El cardenal Marengo, prefecto apostólico de Ulán Bator, describió la belleza del país, que incluye vastas praderas, montañas impresionantes, lagos alpinos claros y extensiones desérticas. Sin embargo, la visita del Papa se centrará en la capital, Ulán Bator, una ciudad fría y contaminada debido al uso de calderas de carbón y la actividad minera.