Esta noche, una gran decepción recorrió la Plaza de San Pedro y sus alrededores, donde más de 30.000 personas se habían congregado con la esperanza de ver salir la tan esperada fumata blanca del Cónclave.
Sin embargo, el humo negro que finalmente apareció solo trajo desilusión. La espera, que se prolongó más de dos horas después del momento previsto para la primera señal, elevó la tensión y la incertidumbre entre los presentes, que al caer la noche, pasaron de las bromas a una creciente ansiedad.
El ambiente era una mezcla de entusiasmo y nerviosismo: banderas ondeaban al viento y los aplausos brotaban espontáneamente mientras algunos se animaban a lanzar hipótesis sobre quién podría ser elegido Papa.
El nombre de Parolin resonaba con fuerza entre la multitud. «Si ya eligieron a alguien, debe ser él», opinaba un italiano, sin apartar la vista de las pantallas gigantes que mostraban la chimenea de la Capilla Sixtina. En contraste, otros asistentes, como Johan Martínez, voluntario en el Vaticano durante el Jubileo, consideraban poco probable una decisión tan rápida: “Los cardenales suelen tomarse su tiempo al inicio del Cónclave, porque es una elección crucial”, reflexionaba.
Aunque la larga espera alimentaba esperanzas de una elección inminente, a las 21:01 el humo negro puso fin a toda ilusión. En cuestión de minutos, la plaza comenzó a vaciarse.
Con rostros de resignación y algo de desencanto, la multitud se dispersó hacia restaurantes cercanos o regresó a descansar. Todo indica, al menos por ahora, que este Cónclave no será breve.