Cuando el presidente Joe Biden habla sobre el “azote” de la violencia con armas de fuego, su respuesta habitual se centra en las llamadas armas de asalto.
Estados Unidos lo ha escuchado cientos de veces, incluso esta semana después de tiroteos en Colorado y Virginia: el presidente quiere aprobar una ley para prohibir armas de fuego de alto poder que tienen la capacidad de matar a muchas personas muy rápidamente.
“La idea de que todavía permitamos la compra de armas semiautomáticas es enfermiza. Simplemente enfermiza”, dijo Biden el Día de Acción de Gracias. “Voy a intentar hacer desaparecer las armas de asalto”.
Después de la matanza del sábado pasado en un club nocturno gay en Colorado Springs, el presidente dijo en un comunicado: “¿Cuándo decidimos que ya tbasta?… Tenemos que imponer una prohibición a las armas de asalto para sacar las armas de guerra de las calles de Estados Unidos”.
Cuando Biden y otros legisladores hablan sobre las “armas de asalto”, usan un término que no describe con exactitud un grupo de armas de alto poder o fusiles largos semiautomáticos, como un AR-15, que puede disparar 30 proyectiles rápidamente y sin recargar. En comparación, agentes del Departamento de Policía de Nueva York portan un arma corta que dispara aproximadamente la mitad de eso.
Aprobar una prohibición a las armas de fuego está lejos en un Congreso dividido. Pero Biden y los demócratas cada vez se envalentonan más al presionar para que se voten controles de armas más estrictos y hacerlo sin consecuencias electorales claras.
La Cámara de Representantes con mayoría demócrata aprobó una ley para retomar la prohibición de la época de los 1990 a “armas de asalto” con el abierto apoyo de Biden. Y el presidente promovió una prohibición en casi todos los lugares en donde hizo campaña este año.
Aun así, en las elecciones de medio periodo, los demócratas mantuvieron el control del Senado y los republicanos sólo lograron obtener la mayoría más pequeña en dos décadas en la Cámara de Representantes.