El 20 de agosto de 1989, Beverly Hills se convirtió en el escenario de uno de los crímenes más impactantes en la historia reciente de Estados Unidos: el asesinato del ejecutivo de la industria del entretenimiento en Hollywood José Menéndez y su esposa, Kitty Menéndez. Lo que parecía un día más en el exclusivo vecindario californiano terminó en tragedia cuando los cuerpos de los Menéndez fueron hallados en su casa, víctimas de disparos. Aún más estremecedor fue descubrir que los responsables de este crimen fueron sus propios hijos, Lyle y Erik Menéndez, entonces de 21 y 19 años. A más de 30 años del suceso, este oscuro caso ha vuelto a ganar atención por el estreno en Netflix del documental Los hermanos Menéndez y de la serie Monstruos: la historia de Lyle y Erik Menéndez, que exploran en detalle los eventos de aquella época.
Inicialmente, los hermanos alegaron que habían encontrado a sus padres sin vida, pero la investigación policial reveló incoherencias en su versión. Las sospechas crecieron cuando se descubrió que, tras la muerte de sus padres, ambos hermanos comenzaron a gastar la herencia en una vida de lujos y excesos, dilapidando en apenas cinco años más de 9,2 millones de euros de un patrimonio estimado en 14,5 millones. La familia Menéndez poseía una considerable fortuna, reflejada en propiedades de alto valor, incluyendo la mansión del crimen valorada en 4,4 millones de dólares y otra propiedad en Calabasas de 2,4 millones, además de joyas y coches de lujo. Sin embargo, el bien más valioso eran los algo más de 6 millones en acciones de la compañía Live Entertainment, de la que el cubano José Menéndez era director ejecutivo.
El juicio, televisado en 1993, reveló la rapidez con la que Lyle y Erik dilapidaron esta fortuna, además de enfrentar pérdidas por la devaluación de varios bienes. La mansión de Beverly Hills, marcada por este asesinato, se vendió finalmente en 3,6 millones, de los cuales una gran parte se destinó a cubrir deudas fiscales. Las acciones de Live Entertainment también perdieron valor, haciendo que la herencia fuera cada vez menor.
Recientemente, ha surgido la posibilidad de revisar el caso de los Menéndez tras nuevas pruebas que respaldarían la alegación de abuso sexual por parte de su padre, línea de defensa que en su momento llevó a un primer jurado a no poder alcanzar un veredicto y a repetir el juicio. Si los hermanos, que cumplen una condena de cadena perpetua desde hace 35 años, lograran salir en libertad condicional, no podrían acceder a la herencia restante. Las leyes del estado de California impiden que alguien condenado por el asesinato de una persona se beneficie de su patrimonio. Además, las crecientes deudas acumuladas de la familia Menéndez habrían agotado en gran medida los fondos, que se destinarían a cubrir estos pasivos antes que a los hermanos.
Sin embargo, las esperanzas de libertad para los hermanos Menéndez se han diluido un poco estos días tras la derrota electoral de George Gascón, el fiscal de distrito del condado de Los Ángeles, quien había solicitado recientemente una reducción en la condena de Erik y Lyle Menéndez. Gascón, un reconocido fiscal progresista en Estados Unidos que ocupaba el cargo desde 2020, perdió la reelección ante el republicano Nathan Hochman, según daba a conocer Associated Press este miércoles.
En una conferencia de prensa el 25 de octubre en el Salón de Justicia de Los Ángeles, Gascón sorprendió al anunciar su intención de solicitar al tribunal que cambiara la actual sentencia de los hermanos —cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional— a una condena de 50 años a cadena perpetua. Este ajuste les permitiría solicitar «de inmediato» la libertad condicional, dadas las circunstancias y la edad que tenían al momento de los crímenes.
Con la salida de Gascón, quien abogaba por una reforma judicial más humanitaria, el futuro de los hermanos Menéndez vuelve a quedar en el aire ya que la victoria de Hochman podría significar el fin de sus esperanzas de obtener la reducción de pena que podría conducirlos a recuperar la libertad.